Oir y Escuchar son dos procesos diferentes.
Oír es la percepción pasiva de los sonidos, mientras que escuchar es un acto voluntario que implica al ser humano en su totalidad, a nivel corporal, emocional, mental y espiritual. La escucha es selectiva, implica un deseo por parte del escuchante.
Me ha gustado mucho la forma de las dos orejas juntas en forma de corazón, y que la palabra «heart», corazón en inglés, contenga la palabra «ear», oído en inglés, dentro de ella. Hermosa simbología: dentro de nuestro corazón tenemos un oído.
¿Qué escucha tu corazón?, ¿A qué le prestas tu atención, tu escucha?
En la tradición oriental se dice que la palabra sale del corazón. Y lo interesante es que el hablante es el primero que oiría/escucharía sus palabras, recibiría los efectos de sus palabras.
Nuestra voz es como nuestra huella dactilar, nos identifica, y al igual que se dice con el rostro, que lleva tu historia, la voz también refleja nuestra historia personal, cómo nos sentimos con nosotros mismos.
Se dice que la palabra puede sanar o matar – «con sólo una palabra tuya bastará para sanarme».
Interesante observar si nuestra palabra sana a quien la escucha, comenzando por uno mismo, o hiere.
Para el Dr. Tomatis oído-voz-emociones forman un triángulo, quedando en el pico de arriba las emociones, que impregnan el oído que a su vez impregna la voz.
Cuando alguien expresa que no le gusta su voz, ¿qué no está escuchando?, ¿qué emociones no reconoce?, ¿qué le dice su corazón que no le gusta escuchar?
Es muy interesante estudiar y ver el impacto de la voz materna en el feto y en bebés. Para el Dr. Tomatis, ya a los cinco meses de vida, el feto no sólo oye sino escucha, y principalmente la voz de la madre.
La voz de nuestras madres en el periodo prenatal ha dejado una impronta imborrable en todos nosotros.
Se han realizado muchos estudios sobre el impacto de la voz materna, como por ejemplo el siguiente: «Maternal Voice Reduces Pain in Premature Babies (La Voz Materna reduce el dolor en los bebés prematuros)»
Un equipo de la Universidad de Ginebra (UNIGE), en colaboración con el Hospital Parini de Italia y la Universidad del Valle de Aosta, observó que cuando la madre hablaba a su bebé en el momento de la intervención médica, las señales en la expresión de dolor del bebé disminuyeron y su nivel de oxitocina – la hormona involucrada en el apego y también relacionada con el estrés -, aumentó significativamente, lo que podría dar fe de un mejor manejo del dolor.
El Dr. Alfred Tomatis decía que el fin último del ser humano es escuchar al Universo. Y para eso necesitamos más que nuestros oídos y cerebro, necesitamos escuchar con el corazón.
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