Cuando hace casi 20 años conocí el Masaje Metamórfico me pareció bellísimo por su simplicidad y profundidad, me tocó profundamente esa filosofía de vida, y que posteriormente me llevó a descubrir la Escucha Tomatis donde el periodo prenatal es clave para la futura escucha de la persona.
Robert St. John, naturópata y reflexólogo británico, creó a principios de los años 60 del siglo XX lo que él llamó Metamorfosis, conocido también como Masaje Metamórfico,Técnica Metamórfica o Terapia Prenatal.
La Metamorfosis para St. John significa una transformación vital, es una vía de reencuentro del ser humano con su capacidad curativa y su potencial innato, un método que permite a la persona encontrar en si misma la fuente de su propia fuerza, su camino, y que las piezas del puzzle de su vida vayan encajando naturalmente.
St. John trabajó con muchos pacientes, sobre todo niños discapacitados, y señalaba que el ser humano crea sus propias tensiones, base de nuestras enfermedades, y que el origen suele estar en el periodo prenatal que es cuando se establecen nuestras estructuras físicas, mentales y emocionales.
Robert St. John descubrió esta metodología tratando con reflexología a su hija pequeña que tenía Síndrome de Down. Su intuición le llevó a ver que el reflejo de la columna vertebral mostraba mucho más que la correspondencia física.
Se dio cuenta que a través del reflejo de la columna en pies, manos y cabeza se podía acceder a este espacio «fuera del tiempo» que permite que la energía se libere dentro del tiempo.
Situó a lo largo de la columna vertebral las diferentes etapas prenatales: Pre-concepción, Concepción, Post-concepción, Animación, Pre-nacimiento y Nacimiento. Durante cualquiera de estas fases es cuando se pueden originar los bloqueos y las consecuencias serán diferentes.
Para St. John no existe separación entre cuerpo y mente, todo lo que existe es energía que se puede manifestar de diferentes formas. Al igual que el agua puede adoptar las formas de hielo, vapor, rio, mar; la energía en el ser humano puede aparecer como una condición física, mental o emocional. Un desequilibrio sería energía que ha quedado bloqueada y necesita una salida. Cuando hay un desequilibrio todos los niveles están afectados, aunque sólo se manifieste en uno.
El practicante de este masaje actúa como un catalizador, al igual que la tierra lo es con una semilla. No hay expectativas ni imposiciones, hay que sentir y escuchar las necesidades del otro. La sencillez del masaje suele ser a veces su dificultad.
“Siempre acometo la solución de cada caso sabiendo que la normalidad completa es posible, cualquiera que sea la enfermedad del niño. Si se consigue o no, depende de múltiples y muy variados factores…” Robert St. John
El prefacio de su libro «El Niño Retrasado» fue escrito por Shirley Warren, una madre que narra su encuentro y experiencia con Robert St. John; es muy revelador de la humanidad de este hombre y la belleza de este método:
“Hace ya algunos años que tuve la fortuna de encontrar en mi camino a Robert St. John.
En aquella época mis dos pequeñas gemelas contaban tres años de edad. Una era lista y adorable, la otra lo fue hasta la edad de ocho meses, cuando la meningitis dañó seriamente su cerebro.
Estaba en una encrucijada. El dictamen médico aconsejaba ingresar a mi hija de por vida en una institución adecuada. Los padres que han tenido que enfrentarse a esta desgracia sabrán cómo se rebela el corazón ante este rechazo a una vida que uno ha traído al mundo, que ha amado y por la que ha luchado.
Posiblemente la peor pregunta a la que se ha de responder no es ¿qué puedo hacer?, sino ¿por qué ha ocurrido?
En Robert St. John encontré alguien cuya compasión por los niños y los padres a los que él prestaba ayuda le llevó a investigar en primer lugar las más profundas causas de la discapacidad de los niños, tanto producto del nacimiento como de las llamadas “enfermedades accidentales” y llegar desde ello a preguntarse ¿qué haremos ahora?
Era un hombre con gran proyección de pensamiento, que siempre tuvo la sencillez y humildad espirituales para enfrentarse con sus propias dudas hasta encontrar la verdad, que escudriñó los campos ortodoxos y heterodoxos, contrastando cada partícula de saber – no sólo mediante un meticuloso estudio sino también a través de su visión interior.
Encontré en él, sobre todo, un hombre quien habiendo ahondado en campos del conocimiento a los que pocos han tenido el valor de aproximarse, pudo encontrar una respuesta que una madre puede transmitir a su hijo.
Siempre tendré presente la expresión del rostro de mi hija, cuando a através de este tratamiento fue invitada a volver a este mundo: sorpresa, aturdimiento, y cierto interés junto con estremecedor atisbo de la batalla que se estaba librando. Recuerdo también el día en que supe que mi hija ya no podría ver. Y la recuerdo a ella, años después, con la luz de la alegría en sus ojos, sirviéndose la última uva que quedaba en el plato de su hermana gemela. No olvido tampoco los años de silencio cuando la zona del habla de su cerebro estaba envuelta en tejido dañado. Y por último, recuerdo el día cuando voz, vista y memoria volvieron y “mamá” se convirtió en el sonido más placentero que escucharé jamás.
Mi pequeña vivió seis años. Gracias a este método, se convirtió en una criatura alegre y adorable que compartió con pleniud toda la vida que le rodeaba. Cualquiera que sea la duración de la vida es su calidad la que determina nuestra verdad y nuestro triunfo.
Muchos padres que lean este libro estarán luchando contra los mismos problemas imposibles y las aflicciones por los que yo he pasado. Un día, según progrese la vida y nuestra comprensión, el pasado no afectará al presente de esta manera. Hasta entonces, tengamos el valor de buscar la verdad y que un método sencillo ponga en nuestras manos el simple don de la curación.
He tratado a muchos niños desde que mi hija murió. Y me complace tanto ayudar a un pequeño de tres años con asma, como tratar al niño del vecino “quien está con un poco de fiebre y al que si por favor querría darle un par de toques en los pies”.
Sólo existe una verdad y una distorsión de la misma. Esta obra se refiere a todas las enfermedades y a todas las personas, y sobre todo, a todos los padres que con amor y preocupación quieren comprender y curar.
Si aplicais vuestras manos a los pies de vuestros hijos para educarles, relajarles o redimirles de las enfermedades que les imposibilitan, estoy segura de que encontrareis en este libro un medio de comunicación y verdad que os ayudará a encontrar y comprender lo que todos buscamos.
Estoy contenta de publicar este libro para dar las gracias a un hombre que vió la verdad del pasado y del presente y tuvo el valor, apoyándose en sus propias investigaciones, de estar al lado de los padres y niños que se preguntan “¿por qué?». Su disciplina intelectual es estricta, pero la compasión y el amor están en los pies y las manos con las que nos enseña a curar.
Robert St. John declaró que si una sola persona de cada familia recibiera Metamorfosis el mundo sería un lugar diferente.
A través del Masaje Metamórfico se “trabaja” con la vida y su potencial, no se impone nada porque la propia vida ya lleva implícito su propio movimiento y la capacidad del cambio.
«La vida tiene una vocación de crecimiento, de expansión, y su potencial es infinito, anhela realizarse.» Robert St. John
Muy interesante leer la entrevista que le realizaron a St. John a los 80 años. (leer AQUÍ)
Como se realiza el masaje ,Me gustaría conocerlo tengo mi hija con parálisis cerebral gracias
Hola Miroslava, el masaje es muy sencillo, para aprenderlo lo mejor es hacer un curso, pero si no puedes realizarlo, puedes leer algunos de los libros publicados, el más conocido es La Técnica Metamórfica de Robert Saint-Pierre, y también es muy bueno el de Mª Carmen Boira. Un saludo
Muy bueno.
Gracias Claudia. Un saludo